Reciban la mas cálida bienvenida a mi blog del estudio científico de las tormentas solares y las auroras boreales
TORMENTAS SOLARES
sábado, 12 de octubre de 2019
LLAMARADA CARRINGTON
A veces, se habla de la llamarada de Carrington debido a que
este científico hacía unos bocetos de un grupo de manchas solares el jueves
primero de septiembre debido a la dimensión de las regiones oscuras, cuando, a
las 11:18, se dio cuenta de un intenso estallido de luz blanca que parecía
salir de dos puntos del grupo de manchas. Quiso compartir el espectáculo con
alguien pero no había nadie más en el observatorio. Diecisiete horas más tarde
una segunda oleada de auroras boreales convirtió la noche en día en toda Norte
América hasta Colombia. Algunos ejemplos ilustran la magnitud de este hecho: se
podía leer el periódico bajo la luz entre roja y verdosa de las auroras,
mientras que los mineros buscadores de oro de las Montañas Rocosas se
levantaron y desayunaron de madrugada, creyendo que el Sol salía detrás de una
cortina de nubes. A la sazón había muy pocos aparatos eléctricos, pero los
pocos que había dejaron de funcionar, por ejemplo, los sistemas telegráficos
dejaron de funcionar en Europa y Norte América.
Si la tormenta de Carrington no tuvo consecuencias brutales
fue debido a que nuestra civilización tecnológica todavía estaba en sus
inicios: si se diese hoy los satélites artificiales dejarían de funcionar, las
comunicaciones de radio se interrumpirían y los apagones eléctricos tendrían
proporciones continentales y los servicios quedarían interrumpidos durante
semanas. Según los registros obtenidos de las muestras de hielo una llamarada
solar de esta magnitud no se ha producido en los últimos 500 años, aunque se
producen tormentas solares relativamente fuertes cada cincuenta años, la última
el 13 de noviembre de 1960 (58 años).
TORMENTAS SOLARES Y LA ERA DE LAS TELECOMUNICACIONES
Una tormenta solar de esta magnitud tendría graves consecuencias para la civilización actual. Los rayos cósmicos erosionan los paneles solares de los satélites artificiales y reducen su capacidad para generar electricidad. Muchos satélites de comunicaciones, por ejemplo la ANIK E1 y la E2 en 1994 y Telstar 401 de 1997 han resultado dañados por este motivo.
Un caso un poco diferente se debe a la expansión de la atmósfera por los rayos X que produjo daños al Asko japonés el 14 de julio de 2000. Los satélites artificiales han sido diseñados específicamente para evitar las calamidades del clima espacial, pero las redes eléctricas son incluso más frágiles. Los grandes transformadores están conectados a tierra y, por tanto, pueden ser susceptibles de ser dañados por las corrientes continuas inducidas por las perturbaciones geomagnéticas y aunque los transformadores evitasen la destrucción de los núcleos magnéticos se podrían cargar durante la mitad del ciclo de corriente alterna, lo que distorsionaría la forma de las ondas de 50 o 60 Hertz.

Para 1859 apenas se habían
cumplido 15 años de la invención del telégrafo y la infraestructura eléctrica
estaba realmente en su infancia en los países desarrollados, y prácticamente no
existía en el resto del mundo. La tormenta solar de 1994 causó errores en dos
satélites de comunicaciones, afectando a los periódicos, las redes de
televisión y el servicio de radio en Canadá. Otras tormentas han afectado
sistemas desde servicios móviles y señales de TV hasta sistemas GPS y redes de
electricidad. En marzo de 1989, una tormenta solar mucho menos intensa que la
perfecta tormenta espacial de 1859, provocó que la planta hidroeléctrica de
Quebec (Canadá) se detuviera durante más de nueve horas; los daños y la pérdida
de ingresos resultante se estiman en cientos de millones de dólares.
Según la
Universidad George Washington: La meteorología espacial, que es
el resultado de los rayos X y de partículas de alta energía del Sol que interactúan
de manera compleja con la Tierra, atmósfera y campo magnético, a menudo afectan
a los modernos sistemas tecnológicos negativamente (por ejemplo, satélites, la
red eléctrica, la radio), causando pérdidas económicas y sociales en las
latitudes altas de la Tierra, como el norte de Estados Unidos, Canadá,
Escandinavia y Rusia, que están en particular riesgo porque los campos
magnéticos convergen en estas regiones.
viernes, 11 de octubre de 2019
EVENTO CARRINGTON
La tormenta solar de 1859, conocida también como evento
Carrington por el astrónomo inglés Richard Carrington, primero en observarla,
es considerada la tormenta solar más potente registrada en la historia.
En el año 1859 se produjo una
gran eyección de masa coronal o llamarada solar. A partir del 28 de agosto, se
observaron auroras que llegaban hasta el norte de Colombia. El pico de
intensidad fue el 1 y 2 de septiembre, y provocó el fallo de los sistemas de
telégrafo en toda Europa y América del Norte. Los primeros indicios de este
incidente se detectaron a partir del 28 de agosto de 1859 cuando por toda Norte
América se vio alguna aurora boreal.
Se vieron intensas cortinas de luz, desde
Maine hasta Florida. Incluso en Cuba los capitanes de barco registraron en los
cuadernos de bitácora la aparición de luces cobrizas cerca del cenit. En
aquella época los cables del telégrafo, invento que había empezado a funcionar
en 1843 en los Estados Unidos, sufrieron cortes y cortocircuitos que provocaron
numerosos incendios, tanto en Europa como en Norteamérica. Se observaron
auroras en zonas de latitud media, como Roma o Madrid, incluso en zonas de baja
latitud como La Habana, las islas Hawái, la ciudad de Montería en Colombia.
Fue la interacción más violenta
que nunca se ha registrado entre la actividad solar y la Tierra. La acción del
viento solar sobre la Tierra el año 1859 fue, con diferencia, la más intensa de
la que se tiene constancia. El día 28 de agosto aparecieron numerosas manchas
solares, y entre los días 28 de agosto y 2 de septiembre se declararon numerosas
áreas con llamaradas. El 1 de septiembre el Sol emitió una inmensa llamarada.
Solo diecisiete horas y cuarenta minutos después, la eyección llegó a la Tierra
con partículas de carga magnética muy intensa. El campo magnético terrestre se
deformó completamente y esto permitió la entrada de partículas solares hasta la
alta atmósfera, donde provocaron extensas auroras boreales e interrupciones en
las redes de telégrafo, que entonces estaba todavía muy poco desarrollado.
BIBLIOGRAFIA
Cliver, E. W. (2006) «The 1859 space weather event: Then and now».
Advances in Space Research, 38(2): 119–129
Sten F. Odewald; James L. Green — Scientific American, agosto 2008 — p.
80 — "Bracing for a Solar Superstorm"
Sten F. Odewald; James L. Green —
Investigación y Ciencia, octubre 2006 — p. 58 — Prensa Científica, S. A. —
Muntaner, 339 pral 1. ª 08021 Barcelona (Edición española de Scientific
American)
The 23RD Cycle: Learning to Live with a Stormy Star — Sten Odenwald —
Columbia University Press, 2001. (En inglés)
The Great Historical Geomagnetic Storm of 1859: A Modern Look — Dirigit
per M. Shea icon. Robert Clauer a Advances in Space Research, vol. 38, n.º 2,
p. 117-118; 2006. (En inglés)
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