Una tormenta solar de esta magnitud tendría graves consecuencias para la civilización actual. Los rayos cósmicos erosionan los paneles solares de los satélites artificiales y reducen su capacidad para generar electricidad. Muchos satélites de comunicaciones, por ejemplo la ANIK E1 y la E2 en 1994 y Telstar 401 de 1997 han resultado dañados por este motivo.
Un caso un poco diferente se debe a la expansión de la atmósfera por los rayos X que produjo daños al Asko japonés el 14 de julio de 2000. Los satélites artificiales han sido diseñados específicamente para evitar las calamidades del clima espacial, pero las redes eléctricas son incluso más frágiles. Los grandes transformadores están conectados a tierra y, por tanto, pueden ser susceptibles de ser dañados por las corrientes continuas inducidas por las perturbaciones geomagnéticas y aunque los transformadores evitasen la destrucción de los núcleos magnéticos se podrían cargar durante la mitad del ciclo de corriente alterna, lo que distorsionaría la forma de las ondas de 50 o 60 Hertz.

Para 1859 apenas se habían
cumplido 15 años de la invención del telégrafo y la infraestructura eléctrica
estaba realmente en su infancia en los países desarrollados, y prácticamente no
existía en el resto del mundo. La tormenta solar de 1994 causó errores en dos
satélites de comunicaciones, afectando a los periódicos, las redes de
televisión y el servicio de radio en Canadá. Otras tormentas han afectado
sistemas desde servicios móviles y señales de TV hasta sistemas GPS y redes de
electricidad. En marzo de 1989, una tormenta solar mucho menos intensa que la
perfecta tormenta espacial de 1859, provocó que la planta hidroeléctrica de
Quebec (Canadá) se detuviera durante más de nueve horas; los daños y la pérdida
de ingresos resultante se estiman en cientos de millones de dólares.
Según la
Universidad George Washington: La meteorología espacial, que es
el resultado de los rayos X y de partículas de alta energía del Sol que interactúan
de manera compleja con la Tierra, atmósfera y campo magnético, a menudo afectan
a los modernos sistemas tecnológicos negativamente (por ejemplo, satélites, la
red eléctrica, la radio), causando pérdidas económicas y sociales en las
latitudes altas de la Tierra, como el norte de Estados Unidos, Canadá,
Escandinavia y Rusia, que están en particular riesgo porque los campos
magnéticos convergen en estas regiones.
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